¿Qué es lo que queda cuando los proyectos de vida concluyen? Cómo se prosigue con un nido vacío, un matrimonio caducado, una madre en sus últimos días de vida, y una carrera exitosa? Mia Hansen Løve nos regala fragmentos de los días de una profesora de filosofía que, dedicada a cuestionar la vida, ahora le toca preguntarse por sí misma.
El último largometraje de la actriz y directora parisina, especialista en mostrar las vidas de espíritus rebeldes que buscan su lugar en el mundo, se basa en los inconvenientes del acercamiento a la tercera edad. La esposa del también aclamado director Olivier Assayas, fue seleccionada y galardonada con el Oso de Plata a la mejor dirección en la 66.ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlín por la película de la que hoy hablamos.
El Porvenir (L'Avenir) utiliza a una extraordinaria Isabelle Huppert, en la piel de una filósofa madura y responsable, que cercana a su sexta década, se encuentra sola, sin proyectos ni objetivos. Cuando se desata esta realidad, (como en toda su vida), Nathalie utiliza a Adorno, Rousseau, Schopenhauer, entre otros pensadores, para exteriorizar el momento caótico por el cual intenta atrav
esar. Sus libros, la razón, la palabra, en conjunto con las flores de su florero, la necesidad de recostarse en el pasto, o vacacionar en las playas de Britania cuidando un hermoso jardín, son tomados como utilería constante enunciando la belleza de lo cotidiano, la ausencia de artificios. El personaje es una combinación de razón y naturaleza, Racionalismo y Romanticismo. Y en ese vaivén de corrientes históricas intenta encontrar un eje. El racionalismo presente en todo diálogo, y el romanticismo, en sus acciones, en la composición de los planos: Como en tantos otros films, en este periodo de melancolía vemos al personaje frente a la inmensidad de la naturaleza, de espald
as a cámara, en un estado de reflexión y cuestionamiento interior; razonamientos propios del pensamiento romántico, lo que nos remite a la obra de Caspar David Friedrich (“Caminante ante un mar de niebla” 1818), la cual presenta planos análogos. El porvenir, entonces, utiliza a una mujer cuya profesión es cuestionar, ubicada en una encrucijada donde la única salida es un cuestionamiento sobre la existencia humana, una mirada metafísica acerca de su propia vida.
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Hay que destacar que en el film son cruciales la realidad sociopolítica de París, y la relación que esta establece con la escuela, el lugar en el mundo de Nathalie. La necesidad de revolución emergente en sus jóvenes alumnos, y la negación que ella presenta ante la intromisión política en sus clase
s, es un dilema que, una vez más, se cuestiona. E incluso es juzgada por ello por su alumno preferido, Fabien. Hasta él, el más perfecto de sus discípulos, la crítica. Pero es allí donde la protagonista toca fondo, y responde encontrando al mismo tiempo, qué es lo que la llevó a ese presente: “No tengo ninguna ambición de hacer la revolución… mi proyecto es modesto: trato de enseñar a los jóvenes a pensar por sí mismos.” Una vez más, la razón es eje y bandera.
En este coctel emocional, es donde se le presenta al personaje la vivencia de un sentimiento experimentado por primera vez: la libertad. De los años que componen su vida, este es el primero en el que será ella misma quien decida qué hacer a continuación. El inicio del film con el plano de la tumba de Chateaubriand instala al concepto de muerte e ideología que predominara en el film, mientras que en el final solo queda el nacimiento: vemos a una Nathalie renacida al tiempo de la llegada de su primer nieto: el ciclo vital como estructura del paso del tiempo en el ser humano, como un paisaje emocional tan complejo y sutilmente abordado que logra una película bella y conmovedora a la vez.